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El rendimiento no se puede explicar sin atender a factores de tipo psicológico o emocional. A lo largo del artículo se van a analizar que emociones son las que acercan o favorecen el rendimiento óptimo. Aún existen muchos equívocos al respecto. Desde la psicología del deporte, no es cierto que existan múltiples caminos para llegar al rendimiento óptimo.

La dirección más fiable y más sólida para alcanzarlo es desde las emociones positivas, objeto de análisis en esta reflexión. El entrenador se convierte así en un gestor de emociones. Entre las múltiples facetas que aglutina el rol de entrenador la más y mejor valorada por los futbolistas es la gestión del “factor humano” o dirección del equipo.

En el equipo conviven la psicología grupal e individual

El equipo esta integrado por un determinado número de futbolistas más el entrenador y el cuerpo técnico. Al la realidad individual hay que añadirle la realidad grupal o colectiva, es decir la existencia de diferentes dinámicas grupales que se establecen en el seno del grupo, por encima de las cuales debe emerger el EQUIPO.

Se podría afirmar que en el vestuario conviven seres individuales con realidades colectivas, los futbolistas y el equipo. El entrenador se convierte pues en un gestor de emociones individuales y colectivas que debe saber alinear o ponerlas en la misma dirección.

Que emociones favorecen el rendimiento óptimo de un equipo
A continuación se exponen aquellos estados emocionales que dan vida a un equipo, le ayudan a crecer, y le acercan a su rendimiento óptimo:

Complicidad / Cohesión interna

Los integrantes de un equipo más que compañeros son cómplices de una ilusión y un proyecto común, en un camino hacia unos objetivos colectivos. La cohesión interna supone un sentimiento que une a los miembros de un grupo y les lleva a trabajar juntos, especialmente en los momentos de dificultad.

Un grupo tiene vida propia, piensa y siente por sí mismo. Los grupos crecen y se desarrollan. No todo grupo llega a alcanzar la condición de equipo. Un grupo alcanza su madurez cuando surge la cohesión interna. Entonces es un auténtico “equipo”. La cohesión interna debe ser el resultado de un trabajo programado, de una labor de ingeniería grupal por parte del entrenador.

Alinear los objetivos individuales y colectivos, hacer posible una clara y aceptada distribución de roles, la existencia y respeto de unas normas básicas que hagan posible la convivencia y un clima de trabajo, unos valores compartidos, unas señas de identidad que les lleva a sentirse únicos y diferentes… son argumentos que van construyendo la cohesión interna o hacen posible la necesaria complicidad.

Clima Afable / Comunicación eficaz

La cohesión de un equipo es mayor cuantas más compleja es la red de comunicación interna. Tradicionalmente el entrenador habla y el jugador escucha. La comunicación es unidireccional, lo que supone mucha pobreza en el flujo interno de la información.
El entrenador ha de favorecer un clima cordial y afable en el que la información circule con fluidez en múltiples direcciones, un clima en que haya libertad para comunicar de forma asertiva, con respeto hacia los compañeros, las personas del cuerpo técnico, los colaboradores, y sobretodo el equipo. Uno de los mayores enemigos del trabajo en equipo son los silencios.

Ilusión colectiva / Motivación

El rendimiento cobra su máxima expresión desde la ilusión. Un equipo es una ilusión colectiva, un sentimiento compartido por sus miembros. Las motivaciones individuales se alinean con las colectivas. Y van surgiendo motivaciones “valiosas” que van mucho más allá de ganar, conseguir los tres y lograr un título. Desde un ambiente de ilusión colectiva los equipos liberan todo su talento y crecen en como equipo.

Flow / Fluir: Estado idela de ejecución

No se puede esperar rendimiento si no existe un estado emocional determinado. El estado ideal de ejecución se conoce como flow o fluir. ¿En qué consiste esta estado emocional? A nivel cognitivo se da una atención focalizada que permite conectar totalmente con la tarea, de forma que se ejecuta de forma inteligente y automática, no existiendo ninguna barrera en forma de auto-diálogo interno de tipo negativo.

Se vive la competición como un desafío. Se siente el duelo con el rival. Existe equilibrio emocional y sensación de control, dándose autoconfianza individual y colectiva. Dicho equilibrio se traduce en una activación nerviosa idónea, donde existe relajación muscular pero mucha ilusión o energía.
El futbolista suele identificarlo como un estado de confianza. Es un estado emocional en el que se libera todo el talento y preparación, acercándose al rendimiento óptimo. Es como jugar de “memoria” tanto a nivel individual como colectivo. No solo es un estado mental sino también emocional.

El entrenador ha de mover la bioquímica individual y colectiva. Se convierte casi en un alquimista del rendimiento. Ha de presentar el partido al futbolista y al equipo de forma que según lo perciban sea posible la liberación de varios componentes bioquímicos, como cortisol (atención), adrenalina (agresividad) y endorfinas (disfrute). El futbolista ha de sentir y vivir el juego intensamente de forma que su mente fluya sobre él en el devenir del partido.

Que emociones alejan del Rendimiento optimo

Es necesario romper el equívoco de que al rendimiento se llega desde la obligación, la necesidad o la urgencia, “hay que ganar como sea”. Los equipos se agrietan en su cohesión y acaban descomponiéndose cuando son presa de emociones negativas que acaban convirtiéndose en un estado de ánimo colectivo.

Entre las emociones negativas más perniciosas para el rendimiento y la supervivencia de un equipo conviene destacar al enfado, el egoísmo, la ansiedad y el estrés, y el desánimo. Es necesario erradicarlas de los vestuarios.
Credibilidad, autoridad y liderazgo del entrenador

El entrenador requiere de un perfil personal y de unas habilidades psicológicas para poder ser un buen gestor emocional. Ha de disponer de inteligencia emocional y de habilidades para el liderazgo, recursos que se aprenden y se desarrollan con la práctica.
El entrenador no puede limitarse a “dirigir” a su equipo.

Debe tratar de ejercer un “liderazgo” sobre él. Liderar es convencer, persuadir, seducir, influir, dejar huella… El entrenador ha de ejercer una labor evangelizadora o de difusión y convencimiento desde su propia visión y en sintonía con la del club. La credibilidad del entrenador tiene que ver mucho con su eficacia en el desempeño de su rol que le va haciendo merecedor de un prestigio o respeto moral por parte de sus futbolistas.

Entonces podemos hablar de un entrenador con autoridad. En este momento la autoridad no es inherente al rol sino que es adjudicada o reconocida por parte de los jugadores a su entrenador. Definitivamente hay de desterrar de los vestuarios el enfoque de que “la letra con sangre entra”.

Estamos en una sociedad en que hay que persuadir y convencer no solo desde el mensaje verbal sino desde los hechos sobretodo. El camino parece más sutil y laborioso pero es mucho más fiable, llegar al rendimiento desde la ilusión, la confianza, la complicidad colectiva; en cambio, el que aparentemente es el camino más corto, la obligación y la necesidad, se revela completamente ineficaz.

José Carrascosa (Psicólogo del Deporte)

¿La frase para la mañana del día de hoy? “El motivo principal por el que un aprendizaje es sólido y duradero, es el contexto emocional en el que se produce” (José Barcala).

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2 responses »

  1. maria says:

    argentino tenia que ser

    • RG says:

      Saludos María, es cierto tenemos una forma de ver el deporte especial, supongo que por nuestras costumbres o enseñanza, espero y deseo que no haya sido molesto para usted el artículo.

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